quijada, apareciste masticando la infamia de unas piernas flacas con medias que rozaban mil texturas, y a las que nunca les importó nada,
al medio, era ya un hecho que nuestra ausencia libidinosa nos dejaba sin trabajo, como esa tarde en la que el sol partió por el este y yo no fuí (soy) aquel que apeló a tu hoyo sin lubricante.
tampoco soñé con la naturaleza transida de tus anocheceres salvajes y de mis días machos,
...si tu me quisieras con esta mortal herida?(me dijo)
así y todo no hubo condición que nos salve de pecado,
pues saltamos a la noche de dos disconformes esperando que salga el sol para vernos las caras.
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